La Comisión para el Mercado Financiero (CMF) puso término al uso de este mecanismo tradicional de autenticación para reforzar la seguridad digital con nuevas exigencias que marcarán el futuro de los pagos electrónicos.
Desde el pasado viernes 1 de agosto, el uso de las tarjetas de coordenadas quedó oficialmente obsoleto para todos los bancos y emisores de medios de pago en Chile. Esta decisión fue adoptada por la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) a través de la Norma de Carácter General N° 538, publicada en junio, la cual establece nuevos estándares de seguridad y autenticación para las transacciones digitales.
El adiós a este método tradicional, reconocido por su cuadrícula de letras y números impresos en plástico, representa el cierre de una etapa en los sistemas de verificación utilizados por la banca chilena. Durante años, las tarjetas de coordenadas fueron una herramienta común para aprobar transferencias y operaciones en línea. Sin embargo, su vulnerabilidad frente a fraudes y suplantaciones motivó su reemplazo por sistemas más seguros.
La nueva normativa obliga a las instituciones financieras a eliminar cualquier mecanismo de autenticación basado en datos impresos y a adoptar tecnologías que ofrezcan mayor protección. En su lugar, se exige la implementación de la Autenticación Reforzada de Cliente (ARC), un modelo que combina al menos dos factores independientes, como una contraseña, token o un teléfono, y otro de tipo biométrico, como la huella digital o el reconocimiento facial.
La ARC será obligatoria desde julio de 2026 en situaciones críticas como transferencias de fondos, modificación de datos personales o la incorporación de dispositivos de confianza. No obstante, desde agosto de este año, las entidades financieras ya deben cumplir con las exigencias generales de seguridad, registro y autenticación establecidas por la CMF.
Además de robustecer la autenticación, la norma exige a los emisores mantener un registro auditable y trazable de todas las transacciones, incluyendo los intentos fallidos. También se establecen exigencias sobre cifrado, caducidad y complejidad de claves, apuntando a proteger la confidencialidad e integridad de los datos de los usuarios.
Aunque la norma no hace referencia directa a estándares internacionales como el NIST estadounidense o la directiva PSD2 europea, su enfoque busca una aplicación práctica y adaptable para el ecosistema financiero chileno. En adelante, tanto bancos como cooperativas, emisores de tarjetas y sociedades de apoyo al giro deberán presentar un plan de adecuación institucional y enfrentarán sanciones en caso de incumplimiento.
Entre el público, especialmente los adultos mayores, la medida ha generado resistencia. Como lo han recogido varios medios nacionales, para muchos de ellos el uso de tecnologías digitales representan dificultades y ven la nueva norma de la CMF como un obstáculo para acceder a sus fondos.
Pese a lo anterior, el cambio para elevar las medidas de seguridad en el sistema financiero nacional se mantiene firme en su búsqueda por alinearse con las tendencias globales, dejando atrás métodos que se consideran vulnerables, como el caso de las tarjetas de coordenadas, y abriendo camino a un entorno de pagos electrónicos más seguros, modernos y confiables.
